martes, 13 de enero de 2009

LA NUESTRA

Unos ojos rasgados
me miraron de lado
e hipnotizaron mi vista,
despertando a mi inspiración de artista,
y yo, me acerqué a la pista.
Mi danza de guerra
dibujó en tus labios
la sonrisa traicionera
que me obligó a lanzarme
y a no separarme,
de aquella mina de oro,
de aquel tesoro.
Bailamos tu canción
y esa noche
de tanto calor.
No dudé en acompañarte,
no podía irme y allí dejarte,
así que a tu piso nos fuimos
diciendo adiós
a la gente y al ruido,
y en el silencio de tus sábanas,
dos cuerpos en uno,
como Zeus y Juno
se fundieron hasta el alba,
anotando en mi corazón
la dirección de tu alma,
donde aquella noche
encontré la calma.

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