
Empataron los abuelos al tute
en sus tiempos de bombo y de resguardo,
con raza en el cine de color blanco
y sereno fiel a su flauta dulce.
Murió el azar a garrote y sin luces
y murieron los padres en pecado,
engendrando a unos hijos condenados
al futuro que el destino escupe.
Destino del pecado original
que marcará a los niños del mañana,
con bocado de Adán y sin costilla.
Hoy ¿qué se les puede recriminar
si tan solo acabaron la manzana,
la herencia de sus viejos en papilla?